la pregunta más común sobre el envejecimiento
Varias veces, cuando hablo sobre mi profesión y quehacer profesional con personas jóvenes o que transitan la mediana edad, la pregunta que se dispara casi de forma inmediata es: ¿Qué puedo hacer para no envejecer más?
Esta respuesta es más que obvia: no existe una fórmula secreta para no envejecer, porque el único camino posible sería la muerte. Somos seres envejecientes, y las señales del cuerpo se correlacionan con el paso del tiempo. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es trabajar de forma anticipada las marcas inexorables del envejecer y la adaptación a los cambios.
Además, desde la biogerontología podemos incluir estrategias que no aceleren dicho proceso, las cuales incluyen desde la mirada de la medicina del estilo de vida, la dieta preferentemente mediterránea o MIND, actividad física de forma regular y apelar a un estilo de vida activo, no sedentario, es decir, movernos.
También incluye la eliminación de hábitos tóxicos, estrategias para tener una adecuada cantidad y calidad de sueño reparador, las relaciones sociales y el manejo del estrés.
Pero esto no se acaba aquí. Otro elemento central, y no menos importante, es la elaboración de un proyecto de vida, a lo que los japoneses denominan Ikigai, es decir, algo que nos conecte, que nos motive, que nos invite a levantarnos día tras día. Proyecto que permite ser reactualizado, reinventado y reconvertido. Aquello donde converja lo que soy bueno, lo que me gusta, lo que me sale naturalmente, lo que le puedo aportar al mundo y lo que el mundo necesita.
Para construir estos pilares será de suma importancia tener momentos de reflexión, introspección, escucha interna y autoconocimiento.
Yo sé que en tiempos posmodernos es muy difícil callar las voces externas, un mundo donde abunda la información, donde las notificaciones captan nuestra atención y donde las relaciones son preponderantemente líquidas. Sin embargo, podemos hacer muchísimo por nuestra vida bio-psico-social y espiritual sin caer en narrativas que nos lleven a pensar en estrategias que no existen, como esa cultura o carrera antiage que pone al cuerpo en su versión más extractivista.
Por el contrario, somos naturaleza, y por tales razones forma parte de nuestra esencia crecer, madurar, envejecer, vivir hasta la muerte y dejar legado.
No existe la posibilidad de ganarle al tiempo porque de eso se trata: no es una batalla. Últimamente, tendemos a posicionarnos en extremos de lucha, batalla, eliminación; sin embargo, la vida y el paso del tiempo nos invitan a la reconciliación, a la recreación, a la resignificación, al encontrarle ese equilibrio que solemos perder en un mundo apresurado.
Te invito a que habilites algunos interrogantes existenciales. Es maravilloso saber que nosotros mismos tenemos las respuestas. Interrogantes complejos, pero que no siempre nos damos el tiempo y la pausa necesaria para escucharnos, ya sea por miedo, por vergüenza, por desconocimiento o falta de entrenamiento.
Si querés envejecer y encontrar en el proceso tu potencia —entendida como la mejor versión contemplando como parte de la vida el caos, el desorden y, por momentos, el orden— ya que el cuerpo es sabio y siempre intentará buscar la homeostasis perdida, te invito a que no quieras detener el tiempo, a que no quieras intentar trazar un ring donde no lo hay.
Más bien, apelá a la reflexión y contestate estas preguntas con el fin de llegar a un buen envejecer:
¿Cómo puedo desarrollar estrategias que me permitan compensar las pérdidas?
¿Existe la completud o somos seres inacabados?
¿Para qué recaigo en el arte de amargarme la vida?
¿Por qué las multitudes hacen que mi esencia desaparezca y me siento solo?
¿Qué puedo hacer cuando siento que el dolor me sobrepasa?
¿Qué aspectos de mí quiero conservar a lo largo de los años?
¿Cómo hago para encontrar la paz en un mundo con tendencia a lo caótico?
¿Quiénes y qué lugares son mi refugio?
¿Qué pasaría si aquello que idealizaba se cae o desaparece?
¿Cuánto he diversificado mis vínculos, mis intereses y hobbies?
¿Qué asignaturas, saberes y aprendizajes me quedan pendientes?
¿Qué arquetipos he construido, qué es lo que realmente quiero ser y cuál es el propósito de mi vida?
¿Cuánto de mí he resignado por satisfacer a otros?
¿Cuántas veces has abusado de ti mismo, creyendo que sos una máquina?
Podría seguir dándote, como disparadores, algunas otras preguntas, sabiendo que solo vos tendrás las respuestas. El camino hacia un buen envejecer no se construye de forma unívoca con criterios biológicos.
El camino se delimita en base al entrecruzamiento de lo vincular, lo afectivo, lo psíquico, lo simbólico, lo social, lo cultural y lo espiritual. Caer en fórmulas unidireccionales y no entender la complejidad humana desacredita nuestra circularidad y dimensión sistémica.
Desde la gerontología que construyo en mi día a día, el objetivo está en entregarle a las personas esa posibilidad de un reencuentro consigo mismas, sin que el futuro paralice, aterre; repensando las certezas y abriendo juego a la incertidumbre.
Lic Pacheco Belen
Si te interesó el artículo y algo de esto te resonó, te invito a que sigas nuestra Academia Avanza, un espacio de divulgación de contenido gerontológico y de formación continua.
Empoderando a profesionales de la salud y otras disciplinas para transformar su desarrollo profesional y personal, mediante un método de aprendizaje inmersivo 100% digital que fusiona creatividad, evolución y conocimiento.